La enfermedad o el regalo

Lo que voy a compartir contigo, sí contigo, con la persona que ahora mismo está leyendo estas letras, es solo mi verdad, no pretendo nada con ello, ni que lo compartas, ni que lo comprendas, simplemente hoy me apetece compartir parte de mis pensamientos.

Todos, en general, creen que cuando una enfermedad nos invade, a nosotros o a algún miembro de nuestra familia es una desgracia. Yo pensaba lo mismo, pero con el paso del tiempo y después de haber pasado diez años en hospitales cuidando a seres queridos, he llegado a una visión particular, muy particular sobre la enfermedad.

Para mí una enfermedad es un regalo, y como tal hay que dar gracias por ello.
No conozco a ninguna persona que regale algo porque si, siempre que hago un regalo o me lo hacen a mi es por algún motivo. A veces no me gusta lo que me regalan, pero desde luego sé que la persona que me hizo el regalo además de su dinero, si este es material, también me dio parte de su tiempo, de su sentimiento y por lo tanto de sí misma. Por eso se lo agradezco desde lo más profundo de mi corazón.

Pienso que las enfermedades nos la provocamos nosotros mismos, por diferentes motivos. A veces para regalarnos la oportunidad de pararnos y pensar que es lo que estamos haciendo, porque no nos escuchamos a nosotros mismos, porque no seguimos nuestros sueños, porque le damos importancia a las cosas que no la tienen, y porque no apreciamos en lo que vale las que tenemos. Cuando esto nos sucede, por medio de este regalo, nos inmovilizamos por algún tiempo, el tiempo suficiente para poder escuchar lo más profundo de nuestro ser. Así, pasamos una temporada postrados en una cama, en un sillón. Es una magnífica oportunidad para replantearnos nuestra vida y que es lo que estamos haciendo mal. Dependiendo de lo que tardemos en recapacitar y aprender, dependerá el reposo obligado.

Voy a ponerte un ejemplo para que puedas entenderme mejor:
Imagínate una persona muy ocupada, es fácil de imaginar porque hoy en día la mayoría de las personas no tienen tiempo para nada, tienen el tiempo milimetrado y no siempre hay sitio en su agenda para dedicarlo a lo realmente importante.
Pues bien, imagínate que esta persona siempre está agobiada de trabajo, su agenda está ocupada hasta el año 2011, cuando tiene que volver a anotar una cita se da cuenta de lo importante que es. Se dice a si misma que no tiene tiempo para nada, que es imprescindible, que nadie podría hacer su trabajo.
Ese día cuando sale de su espléndida oficina, se cae y se rompe la pierna derecha, con tan mala suerte que se fractura la tibia y el peroné, además se fractura la muñeca de la mano derecha, dos meses nada menos en reposo según el médico.
Al principio se hunde, su mundo tan planificado no está, tendrá que pasar esos dos meses en su casa, y ni siquiera podrá sacar el trabajo desde allí, porque no podrá escribir en su precioso ordenador.
Van pasando los días, poco a poco se va acoplando a su nueva situación, es la primera vez desde hace muchos años que tiene las veinticuatro horas del día para él solo, la primera vez en muchos años que puede ver a su mujer y a sus tres hijos tantas horas como estos pasan en casa. Entonces se da cuenta de que no conoce a su mujer, de que no tiene ni idea de quienes son sus hijos, de que el tiempo ha pasado muy rápidamente y se ha perdido el poder compartir con ellos muchos momentos que ya nunca volverán. Se da cuenta de que sus hijos y su mujer tampoco lo conocen, y lo más importante, se da cuenta de que no se conoce a él mismo. No es imprescindible, en realidad la empresa va estupendamente sin él, su sustituto que siempre considero un poco incompetente, resulta que bajo la responsabilidad es una persona muy eficaz y sigue siendo tan cordial como antes. Se da cuenta de que nadie lo echa de menos en el trabajo, que incluso de echan de más, y empieza a replantearse su vida.
¿No crees que el regalo que le han dado o que se ha dado a sí mismo "La enfermedad" es lo mejor que le podía haber pasado en la vida?

Ahora imagínate a otra persona que desde siempre tuvo un sueño, desde que era pequeña quería ser dependienta, sí dependienta, estuvo un tiempo desempeñando esa profesión, un tiempo en que realmente era feliz. Este trabajo le permitía conocer a muchísima gente, tenía amigos y conocidos a montones, compartía con ellos diariamente sus opiniones y se enriquecían mutuamente. Llegó un momento en que tuvo que dejarlo por los hijos, porque el dinero no le hacía falta, porque su marido se lo pidió y a ella le pareció  bien. Se metió en su casa y cuidó de todos ellos, era la mejor madre, la mejor esposa, la mejor ama de casa y también era feliz. Han pasado los años, los hijos son mayores, ya no dependen de ella, nadie le agradece lo que hace, es normal que su casa este limpia, que la comida esté en la mesa, que los cajones estén llenos de ropa limpia. Con el paso del tiempo ella nota que le falta algo, que no es feliz, pero no podría decir el porqué, tiene todo lo que necesita, sus hijos y su marido están bien, ella también está bien. Entonces se regala una de las peores enfermedades, la depresión. Este regalo la deja hundida por mucho tiempo, no le importa la casa, si la comida está hecha o no, no le importa su aspecto, le da igual estar guapa o fea, limpia o sucia. Cada día se pregunta porqué le tuvo que pasar a ella eso, hasta que con el tiempo se escucha a sí misma. Se da cuenta de que ha abandonado su sueño, de que ha cuidado de todos menos de ella misma, de que ha dejado de crecer para que otros crezcan y se dice a sí misma que va a empezar a quererse como antes, y que los demás tendrán que empezar a quererla a ella también. Sí, tendrán que empezar a compartir las tareas de la casa, así sabrán lo que cuesta planchar, hacer la comida, recoger diariamente el desorden que van dejando. Poco a poco se va recuperando, al principio su casa es un caos, nadie entiende porqué de pronto mamá ha cambiado tanto, se ha vuelto tan egoísta y ya no les lleva el desayuno a la cama, no se levanta de la mesa cuando están todos sentados para traer el agua, ni les tiene los cajones llenos de su ropa preferida. Ahora ya está bien, pero por culpa de la enfermedad mamá ha cambiado y a nadie le gusta el resultado, a nadie nada más que a mamá.
Ahora tienen que compartir la casa, un fastidio, hacer la cama antes de ir al instituto, poner la mesa al llegar, recoger la ropa y tener el cuarto ordenado, y para colmo su madre se ha puesto a trabajar, sin que les haga falta para nada.
Pero, siempre hay un pero, con el paso del tiempo ven que su madre está contenta, que canta cuando llega a casa, que les dice que los quiere, que siempre tiene algo que contar, que cuando están juntos no solo se dedican a escuchar  sus cosas, sino que ella también compartes sus experiencias con ellos. Que hacer la casa no está tan mal, que es un precio muy bajo para ver a su madre feliz, y que hasta su padre está más tierno que nunca.
¿No crees que la depresión sea un regalo maravilloso?

Sí, ya se lo que estás pensando, que sobre el papel esto es muy bonito, pero que en la vida real no lo es. Que hay personas que llevan años con depresión y que su familia no es tan feliz como el relato que acabo de contarte. Por todo lo que consigamos tenemos que pagar un precio, y el precio dependerá siempre de lo rápido que aprendamos, si aprendemos deprisa será mucho más barato que si nos negamos a aprender. En este caso el regalo se repetirá una y otra vez en forma diferente.

Tal vez también te preguntes ¿Qué pasa con los niños? ¿Por qué niños de todas las edades y teniendo todo el tiempo del mundo están enfermos? He pensado mucho en esto y mi verdad es que los niños son muy generosos. A veces no es suficiente regalarnos una enfermedad a nosotros mismos, y como ellos lo saben, no dudan en algún  momento de su vida, antes de nacer de regalarnos una enfermedad propia. ¿Has tenido algún hijo enfermo? Yo sí, y te puedo asegurar que me hizo un regalo especial, aprendí mucho en muy poco tiempo y además también pude ayudar a los niños que se encontraban en el hospital y que de ninguna otra manera hubiese conocido. Si tu respuesta es sí, párate a pensar, ¿Qué te regalo tu hijo, o tu sobrino, o tu vecino pequeño?

Ya sabes lo que pienso sobre como nos hacemos regalos a nosotros mismos y al entorno más próximo, ahora y por último te diré lo que pienso sobre cómo podemos hacerle un regalo a toda la humanidad. Creo que a veces es necesario no solo crecer individualmente, ayudar a crecer a los que nos rodean, sino que también es fantástico tener la oportunidad de hacer crecer a todas las personas en general.
Como anteriormente te pondré un ejemplo:
Hablemos del sida, esa enfermedad tan terrible que aún hace estragos en nosotros. Al principio todo el mundo acusaba a los homosexuales de este regalo, y por lo tanto los hicieron pasar  por momentos complicados, aislándolos aún más de lo que ya estaban, mirándolos peor de lo que los miraban, acusándolos de todas las consecuencias que conlleva este regalo. Pero con el paso del tiempo y al comprobar que esto no era así, que cualquier persona independientemente de su elección sexual podía contraer la enfermedad, muchísimas personas cambiaron el punto de vista que tenían sobre ellos. Seguramente algunos se sintieron avergonzados y tal vez otros empezaron a comprenderlos mucho mejor. Pero de lo que no cabe la menor duda es que el tema de la homosexualidad estaba en boca de todos, que muchas personas empezaron a decir que ellos eran homosexuales y que algo cambió.

Como te dije al principio no intento nada con este relato, ni que me comprendas, ni que compartas mis pensamientos, solo....me apetecía compartirlos con alguien y ese alguien eres tú.

Chari