El Recipiente

Había una vez un mundo fuera de este mundo, habitado por formas de vida muy especiales, tal era su evolución  que para poder crecer mas rápido tenían que nacer en otro planeta muy alejado al suyo.
En este planeta existían siete razas, seres de luz de  diferentes colores y vibraciones. De la misma manera que aquí en la tierra existen diferentes razas determinadas por el color de su piel, allí existían diferentes razas determinadas por el color de su luz, con la salvedad ,que mientras aquí todos somos iguales, allí cada luz equivalía a la evolución que se tenía en ese momento. La primera luz era roja, la segunda luz era naranja, la tercera luz era amarilla, la cuarta luz verde, la quinta azul, la sexta luz era violeta y por último la séptima luz era blanca ,conteniendo todos los demás colores.
Aunque como he dicho al principio estos seres eran muy evolucionados, muchísimo más que nosotros, también se diferenciaban por su proceso personal, siendo las luces rojas las menos avanzadas y las luces blancas las más evolucionadas.

Para poder entrar en el nuevo planeta tenían que meterse en unos recipientes especiales muy complicados y biológicamente perfectos. Además ningún recipiente era igual a otro, cada uno de ellos era único y por lo tanto especial.

Una vez que te introducías en el recipiente y para poder entrar en el juego, te olvidabas de quien eras realmente y empezabas a experimental todo lo que podías por un tiempo preciso.
En el trascurso de este tiempo pasabas a tener forma y consciencia de los habitantes de este lugar interconectándose unos recipientes con otros y viviendo en primera persona  las experiencias que habían ido a buscar, de tal manera que todos pensaban que solo eran habitantes de ese mundo y solo una mínima parte sabía realmente quien eran dependiendo del estado de su luz.

Pero ocurrió que llegó un momento que los que eran luz blanca evolucionaron y se convirtieron en luz dorada y su vibración naturalmente era mucho más  alta, entonces cuando volvieron para introducirse en el recipiente de nuevo, este se deformó  al no poder asumir tan alta vibración, y así pasaron a ser sin que casi nadie fuera consciente de ello, recipientes diferentes.

El problema era, que, aunque todo el mundo sabía que eran especiales,¡ ya que físicamente no eran iguales  a la mayoría!,  no todos sabían que este hecho sucedía así porque ellos habían alcanzado más evolución y por lo tanto una luz roja no los veía de la misma manera que una luz blanca. Las luces rojas pensaban que estos recipientes eran muy inferiores a ellos, porque en su ignorancia asociaban su deformidad con una baja vibración. De la misma manera las demás  luces tenían una opinión diferente dependiendo de su propia evolución.

Así que las luces doradas tenían que soportar muchas veces las burlas de las luces rojas, naranjas y amarillas, y de vez en cuando alguna verde, aunque para compensar, también tenían la admiración de las luces violetas y blancas.

Estas luces doradas lo pasaban muy mal en su niñez, aunque según iban creciendo y recordando poco a poco quiénes eran, se daban cuenta de que las luces rojas, naranjas y amarillas no tenían el suficiente conocimiento de la realidad, así que, en lugar de enojarse con ellas se limitaban a pararle los pies con palabras sabias y serenas.

Moraleja:

No importa como te vean las demás luces, ya que aquí la información es limitada, lo importante realmente es como te veas a ti mismo, y aun así, si no te gusta lo que ves es porque todavía no has podido recordar quien eres realmente.


Chari